viernes, 16 de marzo de 2012

361. LA PIANISTA - 2001 - MICHAEL HANEKE



Nos pasamos la película discutiendo si la habíamos visto o no: la presidente del cineclub que sí, y yo que no, que imposible, que me hubiera acordado de alguna imagen, de alguna escena, de algún personaje. ¿Puede olvidar uno completamente, totalmente, absolutamente, una película? Podría ser esto un caso para un psicoanalista, pero como no pienso pagarlo, la solución no la tendré hasta el 2023, cuando me pueda preguntar si once años después de haberla visto ahora recuerdo algo, o recuerdo por lo menos haberla visto.

Argumento yo que no podría haberla olvidado porque la película trata de dos temas que me han interesado muchísimo en los pasados años: los tormentos de la enseñanza de la música clásica y el desplazamiento de las relaciones sexuales hacia la sumisión/dominación. Y aunque hubiera podido olvidar la segunda parte, la primera hora, la de las miserias de los profesores de música, no se me podía haber olvidado nunca porque la he visto y vivido en primera persona y porque el retrato que hace de ello la película es magistral. Digo que la segunda parte es fácil que la hubiera podido olvidar porque es mala de narices. O mejor dicho, porque los temas de sumisión/dominación sólo me interesan como enriquecimiento de las relaciones sexuales, y absolutamente nada como patología de las mismas.

En cierto sentido es coherente un relato en el que las miserias de la enseñanza de la música y las patologías sexuales de los profesores sean dos caras de la misma moneda, pero con el primer retrato me basta y sobra. La segunda hora me produce tal desagrado y repulsión que a nadie por el que sienta cierta estima recomendaré verla.

Cuando le dieron el Nobel a la austriaca Elfriede Jelinek (que es la autora de la novela en la que se basa la película), la presidente de nuestro cine club se compró muy alegremente una novela suya, para decir al poco tiempo que la novelista en cuestión tenía una empanada mental digna de una austriaca. Pues bien, la empanada del director de LA PIANISTA, el también austriaco Michael Haneke, no le debe de ir a la zaga, y es que, cuando las acciones devienen caprichosas y se pierde el hilo de la razón, las películas se vuelven tan subrealistas como las de Buñuel pero... sin saberlo, ni quererlo. O sea, sin gracia alguna.

Aquí, en este blog, dejo la prueba de que la he visto, y de que no me ha quedado gana alguna de volverla a ver.