miércoles, 17 de abril de 2013

583. LEWIS MUMFORD



Gracias a una conferencia bastante pesada a la que asistí ayer, se me ha despertado de nuevo el amor a  Mumford. La dio en el Ateneo de Logroño Jesús Rodríguez, abogado y ex-coodinador de Izquierda Unida en La Rioja, quien empezó diciendo que como él era de formación marxista no podía estar de acuerdo con Mumford en muchas cosas. Vaya comienzo. En la izquierda española todavía hay quien confunde formación con fe. Cómo si Mumford no hubiera tenido formación marxista; cómo si a estas alturas de la historia no la tuviéramos todos. Pero hombre por dios... ¡qué comienzo! Luego se vio que el conferenciante es hombre muy leído y que no había hecho ascos al libro, pero que no pocas veces pasaba de él para exponer de lo suyo. Lógicamente acabó preguntando al poco público que había que de qué cuerda era Mumford, que no le quedaba muy claro.

Yo no quise decir nada porque hablando no siempre se entiende la gente; pero el pleiteo que sostuvo el izquierdista logroñés con el libro de Mumford a lo largo de toda la conferencia, me recordó mi enorme deuda con Mumford y la impagable deuda de todos los lectores de habla hispana con Julián Lacalle, el riojano editor de Pepitas de Calabaza que en solo tres años ha publicado EL MITO DE LA MAQUINA, EL PENTAGONO DEL PODER y LA CIUDAD EN LA HISTORIA. No hay palabras para pagar eso. Ya sé que los del Gobierno Riojano no me leen ni me leerán jamás, pero por si alguien pudiera llevarles el recado, estaría bien que les dijeran que Julián se merece con creces el título ese de RIOJANO DEL AÑO que suelen dar en San Bernabé y la medalla de oro al mérito regional (o lo que sea la mandanga esa que les cuelgan a los ilustres).


Recordando todos estos años de gobiernos socialistas en que España se ha llenado de suburbios de adosados no pocas veces promovidos por sus cooperativas sindicales y diseñados por los arquitectos de su cuerda, y viendo las certezas propias y las dudas ajenas en alguien tan ilustrado de la izquierda regional, me vino a la mente aquel pasaje de Mumford en la última parte de La Ciudad en la Historia (pag 824) en que menciona la puerilidad de suburbia. La transcribo tal cual y agradezco a la circunstancia de la conferencia el haberme devuelto a las palabras de Mumford:

"En el suburbio, en cambio, uno podía vivir y morir sin estropearse la imagen de un mundo inocente, excepto cuando alguna sombra de su mal caía sobre una columna del periódico. Así, el suburbio servía como asilo para conservar la ilusión. Allí la domesticidad podía florecer, olvidándose la explotación que era, en gran parte, su propia base. Allí la individualidad podía prosperar ajena a la reglamentación que reinaba más allá. No se trataba tan sólo de un ambiente centrado en el niño; era un ambiente basado en una concepción pueril del mundo en el que se sacrificaba la realidad al principio del placer."

Y ahora que me acuerdo de la sección de Héroes sPyPnic, allá que van Jünger y Mumford y... ¡Julián Lacalle!