domingo, 15 de octubre de 2017

888. ACABAR CON EL PROBLEMA CATALÁN




A estas alturas de la historia ya no se me ocurre otra forma de acabar con el así llamado "problema catalán" que dejarlo aparcado indefinidamente sin prestarle la más mínima atención. Llevarlo si acaso a las páginas de sucesos o las de espectáculos de masas, esas que están en las últimas páginas del periódico. Sacarlo de la portada. Saltar por encima de las páginas de noticias nacionales y hasta pasar de los interesantes artículos que, sin lugar a dudas, cada día se escriben sobre la cuestión. Ya está todo dicho. Lo de Cataluña es una enfermedad sin remedio. Y las componendas de los dos grandes partidos españoles con los nacionalistas no se acabarán hasta que la Constitución del 78 cambie de arriba abajo. Todas y cada una de las épocas de la larga historia de España parecen haber tenido una especie de maleficio, y el de nuestra época ha sido este. Pero afortunadamente, y para salir adelante, a finales del siglo pasado dimos un gran paso en la historia: pusimos un pie en Europa. No en la Europa de las naciones y sus horribles guerras del siglo XX, sino en la del futuro, en la de los Estados Unidos de Europa. Que una parte de España tire de la historia hacia atrás causa una gran desazón, pero no podemos vivir rascándonos todo el rato los picores que nos inflige esta gente con la boina. Ya vale, hombre. Hay que dejar de hablar de Cataluña y hablar de Europa. Y si cabe hablar de política, si la política ha de asomarse a la portada del día, solo ha de ser para seguir pensando en los Estados Unidos de Europa. Ese es el único tema que importa. Y esa es seguramente la mejor manera de superar los maleficios históricos de España. La única forma de recuperar un poco de salud social y de cordura política. Si hay que reformar la Constitución del 78, hagámoslo pensando en Europa, o mismamente, que nos la redacte Europa. Y si lo hacemos nosotros, pensemos cuando menos en una Constitución que sea un modelo para Europa.